Soy rastrera : Te conocí

Soy rastrera
serpiente plateada
como los tallos de las fresas.
A tus pies me desunzo
del yugo secular.
No hay mayor altura
que mirarte lo hermosa.
Estoy convencida de ser superior:
Te veo,
como seguramente ni tú,
¿ni dios seguramente?
Rayo escandaloso de tu mirada
en cambio
reduciéndome a polvo inconveniente
en el que se repara para sortear.

Pobre corazón de fresa
no prensado hasta jugo
por caricias de pies,
por cadencias,
silencios de especial movimiento.
Se me encoge cual fruto
a no ser saboreado,
se me arrosa:
palidece su luz.
Escamas tricolores
titilando de miedo
por encima de ti.
¡Cuánto darían por que las vieras!
rescatándolas de esta borrachera
que es verte desde aquí.
No humilla:
rejuvenece
verse a tus pies.
¡Contemplarte del todo!
Desde arriba
a más ser para ti polvo
en el que se repara para sortear;
que si hacia arriba no miras
¿tú crees que me sorteas?

Eso salgo ganando.
Si te estoy tan por encima
¿cómo es que te insulto,
cómo es que me hago mal?
-Insulto, hago mal,
dijo la psique-y-atría
desconociéndolo todo del pentagrama del alma.

Conocerte del todo:
desde arriba desde abajo.
Fíjate si te insulto.
Contemplarte del todo:
Desde dentro:
Eso salgo ganando.

Soy rastrera:
Te conocí.

Y ahora podríamos terminarlo, poema de la cuarentena, mis años... aunque también enfermedad, lo mío es crónico:
Conocer a la gente cuánto rebaja.
De ello sólo se puede ser psiquiatra
para intentar ese conocimiento,
o cura,
¡o poeta!,
de los baratos: de esos que cobran por escribir
(En este gremio, dinero, cobrar de eso, sólo los malos)
conocimiento a cambio de sus buenos dineros...
¡Y además estando ya previamente a la altura de los a conocer!