Debemos a Pachelbel el tiempo en el que él escribió su música: hacia adelante, que diría la ciencia: la versión correcta del tiempo. Pero eso es

porque ellos aún no llegaron a los confines del tiempo; ellos, todos nosotros, o cada uno de nosotros. Parece ser que el tiempo va para atrás, aunque haya ciertas cosas que no tengan remedio; o si lo tienen: a buenas horas... cuando dejaron de contarse las mismas.

Veamos paisajes de los confines de Madrid Guadalajara. Peña Cebollera, vistoso nombre para el orgullo del picacho más alto de Madrid y sus alrededores, donde se alza el mojón divisorio entre Segovia, Guadalajara y Madrid. La cascada de Despeñalagua en Guadalajara precioso nombre tan castellano. El Hayedo de Montejo. Y algunos de los pueblos negros, Campillo de ranas, Majaelrayo (Otro nombre de lo más castizo, aunque no sepamos si el rayo fue el que les majó, o ellos fueron tan chulos como para majar el rayo, otra forma, más a lo burro, de domesticarlo además del pararrayos, paraguas más estiloso de los mismos debido a Franklin) O el pueblo sumergido bajo las aguas del embalse del Jarama del que bebe Madrid desconociendo que algún trocito de ese más negro, pues inundado o desaparecido bajo las aguas, pueblo nos bebemos, el Vado, que nombra el embalse del cual se salvó la iglesia en ruinas que se ve dada su privilegiada ubicación, ellos, la iglesia, siempre mirándonos desde arriba ejerciendo su perdonavidas perdonalmas profesión.
Perdonalmas. También éste sería un buen nombre, ¿por qué no?, para un pueblo, castizo estilo Majaelrayo. Me imagino a los brutus o Hefaistos Vulcanos del lugar cazando al rayo en un mortero o fragua, y dale que dale hasta dejarle reducido a chispitas.
Despeñalagua: Me enamora el nombre.