Una se pasea por aquí, internet, ¿mundo de la expresión ¿libre?, y nos dan vahídos del tufo a castración. Castración de opiniones, castración de los

sentidos, los sentimientos...
Y nada, nada se puede decir oh Alejandra, e internet había venido para liberar las gargantas, vaciarlas de gritos. E internet a lo que aspira es a lo que la vida real: vaciarlas de ripios, las gargantas, si es que se puede llegar a vaciar jamás ese pozo verdaderamente sin fondo.

He ahí mi "Sexo del alma" con tanta alma desgarrada como sexo ninguno. Si sexo alguno que merezca la pena se exhibió aquí en internet o la vida real. Si alma alguna que merezca la pena se exhibió aquí en internet o la vida real. Siento tener que calificar: Para eso escribo. Por, a la fuerza, tener que prescindir de ese juicio, no que tú te lo castrases, querida Alejandra, como dice la anodina crítica de tu obra, de ti (esa anodinia sí puede calificar u ofrecer un juicio, cuando la taradez les debiese aconsejar el silencio más sepulcral a sus lenguas) por tener que prescindir de ese juicio te murieron te anochecieron.

También podemos ser menos exigentes y en vez de buscarle el sexo a los ángeles, que de sobra nos lo muestran pues van en cueros, podríamos poner: Sexo sin alma. De eso sí debe haber mucho por aquí, haylo; o Alma sin seso, todavía más cuadratura del círculo a más abundancia de lo mismo por aquí.