Pisa suavemente, escribe sigiloso, la policía planetaria (todos sabemos a quién nos referimos?) circula alrededor de tu cuello permitiendo o no la

integridá de tus yugulares.
Nunca hubiese venido de esto saber. Mejor muerta en cualquier desierto del mundo con la antorcha tuya buscándote amor mío perdido... Tú, tumba mía único y más veraz lugar del amor. Tumba mía que será la de ellos ese día, o ese no día; tumba mía que entonces resucitaré y estaré a tu derecha mi dios o amor, mi sol y lo mismo.
Grandes jefes que sois del mundo pues decidís la existencia o no de toda información, ese dios que ahora sois un día, o no día, responderá a mi dios. Pobres entonces de vosotros, verdaderos enanos dándooslas de divinos, pobres enanos que os vino tan grande el papel.

(Espero que ningún loco de los que andan por aquí sueltos y privilegiados por todos los criminales medios internáuticos, que andan tildándoselas de “amor” y de “poetas”, qué blasfemia Alejandra mía, se tome porque vayan estas palabras en su nombre. ¡Ya sería el colmo, que encima de cornudos, o no poder decir nada aquí, pues la censura Google ama planetaria se ejerce con las personas decentes y limpias no con los sucios ni con los delincuentes, sería el colmo que encima no pudiéramos evocar a nuestros muertos más vivos que todos esos dementes que se las dan de felices y de vivir y a mí me daría vergüenza que mis risas estuviesen construidas, ni mi vida, encima de la cobarde muerte ejecutada a toda impunidad y en comandita, o sea en grupito cual actuaron siempre los peores criminales, sobre otro!)