¿Qué soñaría el radiotelegrafista del S.S. Californian yéndose a dormir justamente cuando su vigilia hubiese salvado más de mil quinientas vidas que hubieron de morir de tan angustioso horrible modo acorralados en la tiniebla heladora de un mar más helador, hostilidad tan negra tan profunda? ¿No le acompañó ninguna pesadilla a lo largo de su vida a aquel individuo, si esa fatídica noche no se despertó entre alaridos y sudores, tan fríos como aquel mar que se tragaba a aquellos desgraciados que su sueñecito condenó de modo tan inmisericorde?Del acogedor Arca a pares del escrito de abajo, Arca a pares o parir de lo rebosantes, a este terror propiciado por la soberbia que bautiza con tan apropiados nombres "Insumergible" a lo que ha de ahogarse al primer contacto con elemento que nació para dominar.
Todo el mundo tuvo sueños premonitorios con aquel barco, hasta los novelistas y ya es decir, menos los que debieron tenerlos: cuantos en él se ahogaron, incluido el radiotelegrafista que pudo salvarles si no es porque aquello, la horrible tragedia de los desgraciados, le pilló... en sueños, como el que es pillado en paños menores, sueños pero sin sueños, ya no premonitorios sino in situ, in horam.