

En los tiempos de Noé, el viejo alcohólico que éste fuera tuvo con dios sus dimes y diretes por un allá las pajas de primero cien justos, y luego a las rebajas, que si 10 que si 1, hasta que ni ése, y así diera su botella a torcer, digo el brazo que la sostenía, para que dios desencadenase algo más en líquido que lo que él se trasegase, u sea el diluvio.
El borrachín no quería el fin, tal era su afición a lo que se destila de la uva, y ponía a su dios mamarracho, tan espantajo, o espanto, cual él, la disculpa que si los cien, diez o uno. ¡Pero! Una sí quiere y clama por ese fin, cual si una fuese la mismísima mama Tierra a la que ahora le dedican tantas canciones los ecologistas y otros green peace, cansada asqueada de cuanto, y lo que, se hizo de ella; una clama desde tan abajo, desde donde habita el vero dios, pongamos con mayúscula y de su género exacto: Diosa. Desde ahí, hasta los cien justos serán tragados por el río de fuego que desde mucho antes del zoroastrismo se sabe todo lo arrastrará, todo lo englobará... y que te pillen con su "tecnología" incorporada al bíos esos ríos de energía. Y entrecomillo "tecnología", pues sólo te salvará un sentimiento=un conocimiento.
Ondeias. En ondinas quedaremos convertidos, sirenitas por los ríos de la energía lava. ¡Y ésta sí que dará esplendor! No la usurpación de la que llaman Real de la Lengua siendo real del pinganillo.